
De todas las pasiones del alma, el amor es la que más desdeña la razón, y hace cometer las mayores locuras. El amor desconoce completamente la razón y el discernimiento, y lo comprobamos al considerar que mientras que para un amante una mujer es hermosa, para otra persona no lo es; que mientras uno la rechaza por considerarla fea, otro hombre se sentiría feliz si fuera suya.
Una mirada, una sonrisa, una flor, calma toda nuestra intranquilidad, y cuantas veces, sabe Dios, para conseguir esta sonrisa o esta mirada hemos de olvidar hermanos, amigos, intereses, reputación, etc., haciendo todo lo necesario para ello, seguirla de día y de noche, pensar constantemente en ella.
El amor es una divina locura que nos proporciona los mayores placeres de que se puede gozar en la tierra; es una gota de miel que Dios nos entrega para endulzar lo amargo de la vida; es, en resumen, la pasión suprema del alma. El amor es indefinible y no se conoce su causa ni su naturaleza. Es un no sé qué, que viene de un no sé dónde, se forma sin que sepamos cómo, y nos encanta sin saber por qué.
Todos lo sentimos y nadie acierta a definirle; si preguntamos a todos los que aman que cosa es el amor, nadie nos lo podría definir. Hay personas que prefieren el amor con calma, delicadamente; hay otros que lo prefieren violento, con arrebatos de una pasión desenfrenada, lo importante es que entre el hombre y la mujer exista siempre el respeto y la fidelidad por los sentimientos del otro y guarden en sus corazones comprensión, paciencia y ternura.
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